Más allá de la Muralla: Puentes sin visado como antídoto al bipolarismo global

Más allá de la Muralla: Puentes sin visado como antídoto al bipolarismo global

¿Se puede cooperar sin tomar partido?

El 15 de mayo de 2025, durante su conferencia de prensa diaria, el portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores Lin Jian anunció la exención de visado “a modo de prueba, del 1 de junio de 2025 al 31 de mayo de 2026” para los titulares de pasaportes ordinarios de Brasil, Chile, Perú, Uruguay y Argentina. Los visitantes podrán permanecer hasta 30 días por turismo, negocios, tránsito o visitas familiares. Para una región que mueve más de medio billón de dólares de comercio anual con China, el gesto no es menor, funciona como una pasarela simbólica y práctica que desafía el imaginario de una China cerrada y apunta a construir puentes en un mundo crecientemente polarizado.

Durante gran parte de la década de 2000 y buena parte de la de 2010, las solicitudes de visado a China se caracterizaron por una burocracia estricta y trámites presenciales obligatorios. Si bien Pekín suavizó requisitos para visitantes de corta estancia procedentes de Singapur o Brunei ya en 2003, la mayor parte de América Latina quedó relegada a los visados tradicionales. La flexibilización paulatina (por ejemplo, los tránsitos de 72 y 144 horas sin visado aplicados en Shanghái y Beijing desde 2013) nunca abarcó plenamente a la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC). El anuncio de mayo de 2025 implica, por tanto, un salto cualitativo, coloca a cinco economías sudamericanas a la altura de Schengen, rompiendo una asimetría histórica entre el trato dado a Asia-Pacífico, Europa y las Américas.

La medida se hizo pública apenas 48 horas después de la Cuarta Reunión Ministerial del Foro China-CELAC (FCC), celebrada en Beijing, donde la diplomacia china presentó un paquete de cooperación “2 + 3 + X”: dos motores (digitalización y desarrollo verde), tres pilares (comercio, inversión y conectividad) y una gama abierta de proyectos (“X”) a definir por cada país. La exención de visado cristaliza en el corto plazo ese triple compromiso de conectividad, ofreciendo una herramienta inmediata para materializar la retórica de puentes que dominó los discursos oficiales.

El intercambio comercial entre China y América Latina alcanzó un récord histórico de 515.000 millones de dólares en 2024, casi un 15% más que en 2023, con Brasil y Chile como principales socios en mercancías y Argentina como tercer proveedor de productos agroindustriales. Las inversiones chinas contratadas en la región superan los 300.000 millones de dólares acumulados, con 190.000 millones ya ejecutados en infraestructura, energía y construcción. La eliminación del visado reduce costes de billetes aéreos, tarifas consulares y tiempos de espera, entre otros. Algo que beneficia a PYMES tanto chinas como latinoamericanas, las grandes ausentes en el comercio Sur-Sur dominado por corporaciones estatales y traders de commodities.

La Organización Mundial del Turismo estima que cada aumento de 10 % en flujos de visitantes se traduce en hasta 1,5 puntos porcentuales de crecimiento en el sector servicios local. Con Brasil enviando casi 90.000 turistas anuales a China antes de la pandemia, la exención tiene potencial para duplicar la cifra en menos de dos años, según proyecciones de agencias de viaje chinas citadas por Reuters. Para países como Perú y Uruguay, aún con bases de viajeros mucho menores, la política crea un escenario inédito, se podrán ofrecer paquetes Sudamérica-Asia sin la incertidumbre de un trámite consular, diversificando rutas tradicionalmente dominadas por Estados Unidos y Europa.

Esto también beneficia al sector educativo, alrededor de 38.000 estudiantes latinoamericanos cursaban programas académicos en China en 2023, el triple de la cifra registrada una década atrás, según datos del British Council. Institutos Confucio en más de veinte países latinoamericanos, becas del China Scholarship Council y convenios de doble titulación han impulsado esa tendencia. Pero el factor visado seguía siendo un obstáculo para intercambios de corta duración (veranos, cursos de idioma intensivos, ferias educativas). La exención de 30 días cubre la mayoría de esas estancias, facilitando misiones académicas y programas “study tour” que refuerzan la alfabetización cultural mutua.

El discurso occidental que presenta a China como potencia autoritaria y hermética encuentra aquí un contra-ejemplo palpable. El propio secretario general saliente de la OEA, Luis Almagro, advirtió que cortar lazos comerciales con China sería “catastrófico” para las economías latinoamericanas, subrayando la inevitabilidad de la interdependencia. La exención de visado profundiza esa interdependencia visible, debilitando la dicotomía “apertura democrática vs. cerrazón autoritaria” y fomentando una lectura más compleja de la globalización, donde Pekín se posiciona como arquitecto de redes más que como cabeza de un bloque aislado.

Esta medida desafía supuestos realistas de suma cero y bipolaridad renovada. En lugar de alinearse rígidamente en uno de los ejes del antagonismo sino-estadounidense, los países sudamericanos exploran agencias múltiples mediante la diversificación de socios. La exención de visa materializa esa lógica de complejidad, reduce los costos de “cambiar de foro” para actores gubernamentales, empresariales y sociales. El paradigma resultante se acerca a una arquitectura de “multiplex world” —Acharya— donde los nodos intercambian recursos sin quedar atrapados en esferas exclusivas de influencia.

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